La oportunidad para dejar de ver culos


Las últimas semanas he leído información un tanto desalentadora y triste. Apenas la semana pasada, un buen amigo me compartía la nota de un periódico local que, en resumidas cuentas, decía que la pandemia dejará, a corto y mediano plazo, a muchos profesionistas con trabajos mal pagados, en la informalidad o fuera de su campo de estudio o experiencia.

Dejando de lado cualquier estadística confiable o no tan confiable, porque siempre existe la llamada «cifra negra» (toda aquella población o eventos que no se registran dentro de los números presentados), es muy triste saber que hay personas perdiendo su empleo y, con ello, los ingresos que sostienen los hogares en nuestro país.

Se trata de un proceso complejo y a la vez muy sencillo: las empresas no pueden abrir o abren a medias, las ventas se paran o disminuyen, el dinero no entra, pero se deben seguir pagando los impuestos, la nómina, la renta y los servicios. Podemos echar un montón de culpas y señalar responsables, pero no es el objetivo de estas letras.

Quizás lo que hoy escribo no va a llegar al padre de familia que no tiene tiempo para atender las redes sociales por estar trabajando, ni a la mujer que todos los días espera el camión para ir a la maquiladora que nunca detuvo sus operaciones. Pero si va a llegar a una o dos chavas, a tres o cuatro muchachos de mi edad, o de mi generación, quienes vivimos en situaciones o realidades un tanto parecidas.

Mucho se habla de ver la oportunidad en las crisis y yo me preguntaba: ¿de verdad? ¿se puede ser optimista cuando perdiste la chamba o no te están pagando todo tu salario? Lo más seguro es que no tanto o depende. Pero para eso siempre hay un güey que, a las diez de la noche, se pone a escribir una que otra pendejada tratando de animarte.  Pensarás «claro, desde casa, con internet y cafecito, hasta yo me pongo a escribir» … y tienes razón.

Pero, así como leí que cientos de profesionistas estarían en trabajos fuera de sus campos de estudio, también recuerdo haber leído un libro que comparaba la vida laboral con un trepador infantil. Si, una de esas cosas que hay en algunos parques, donde te puedes mover de un lado hacia otro, de arriba para abajo, metes y sacas la cabeza, te cuelgas con las piernas, etcétera, etcétera.

Sheryl Sandberg (la autora del libro y directora de operaciones de Facebook) explica en el libro Vayamos Adelante, cómo muchos de nosotros tenemos la idea de que nuestra vida profesional (y la personal, me atrevo a añadir) es una escalera en la que para avanzar tenemos que subir escalón por escalón. 

La desventaja de la escalera es que no caben muchas personas en el mismo escalón, así que básicamente tendrás que esperar a que avance aquel que se encuentre en el peldaño siguiente, en otras palabras, tendrás que verle el culo a alguien hasta que puedas subir y aun así se lo seguirás viendo a alguien más esperando algún día ocupar su lugar. 

¡Es por esto que ha llegado la oportunidad de dejar de ver culos de una vez por todas! Cualquiera que sea tu oficio o profesión, si todos nos imaginamos este mundo como ese trepador infantil podemos explorar un mundo de posibilidades reales. Un día podemos trabajar con números, después intentar conocer algo de leyes, más tarde acercarnos a las ventas, a las artes, a la salud a lo que sea que se presente en nuestra vida.

¡Ojo! No estoy diciendo que mañana te presentes en un hospital queriendo atender a los pacientes de urgencias. Me refiero a que estas situaciones pueden ser la oportunidad perfecta para explorar aquello que llama tu atención y que no has intentado. Aprender nuevas cosas en la empresa que siempre te ha gustado, aunque no sea el puesto que creemos “merecernos” o con el salario que es “justo” para nosotros.

Alguna vez dije, en la primera entrada de este blog, que nos gusta vernos como gente exitosa, saludable y adinerada pero casi siempre nos enamoramos solo de esa imagen y no hacemos mucho para alcanzar aquello que nos imaginamos de nosotros mismos. Quizá ha llegado la hora de intentarlo.

Hay otro libro interesante, El Elemento de Ken Robinson, aborda el rollo de las pasiones y de lo importante que es encontrarlas y en su texto queda muy explícito que no siempre es fácil encontrar eso a lo que él llama el elemento.  Se trata de aquella actividad o estado en el que logras que las cosas fluyan, pero no siempre es un trabajo o un negocio, muchas veces es también un pasatiempo o un interés en particular por cierto tipo de proyectos.

Otro punto importante es que puede existir más de un elemento y lo puedes encontrar a los cinco, a los diez, a los 47 o a los 86 años de edad. Solo hay una cosa que debes hacer: ponerte a prueba en diferentes campos, ambientes y actividades para saber si tienes el talento, si lo puedes desarrollar o darte cuenta de que en realidad es una actividad que no quieres volver a repetir en tu vida.

Y es en este punto donde nos damos cuenta que ese trepador infantil es la oportunidad para movernos de la manera más ágil que nos sea posible, adaptarnos a nuevas posiciones, ser más flexibles y explorar las posibilidades que por alguna razón no probamos en el pasado.

Suena muy optimista ¿verdad? Un poco, pero la realidad es que cuando todo estaba «perfecto» o por lo menos era «normal», muchos de nosotros dejamos escapar oportunidades (de cualquier tipo) porque no era el cargo que estábamos buscando, porque no queríamos perder el prestigio que habíamos obtenido hasta entonces o porque no nos sentíamos preparados ni con las capacidades para desempeñar cierta actividad.

¿Ves? Del riesgo y la crisis también puede salir algo bueno y sino, por lo menos ya dejaste de ver el mismo culo enfrente de ti.

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