Tan difícil escuchar


Escuchar es una de las cosas que más me gusta hacer, aunque de las más difíciles. Creo que a todos nos sucede que mientras la persona que está frente a nosotros explica su vida, su historia, ofrece razones, o dice lo que sea, nosotros, por lo regular estamos pensando en la respuesta que vamos a dar.

Es como si la vida se tratara de una película en la que terminar con la mejor frase es el objetivo principal, ya sea de amor, de coraje, venganza o cualquiera que sea el asunto que en la charla se trate.

Sucede también que consideramos nuestras situaciones, nuestras aventuras y nuestros problemas como los más interesantes, los más retadores y los más importantes. Lo son, pero solo para nosotros. Si ya llevamos algunos años en este mundo supongo que somos conscientes que cada uno de nosotros se enfrenta situaciones muy específicas y las confronta de un modo muy diferente a como lo haría cualquier otra persona.

A pesar de lo difícil que pueda resultar, me gusta escuchar. Sobre todo, a gente que piensa distinto a mí, porque esa es la prueba más grande de paciencia que puedes hacerte a ti mismo. Puede volverse un infierno entablar una conversación con alguien que piensa diferente a ti, alguien educado de manera diferente, con otra manera de hablar, con otros ideales de libertad, respeto o justicia…

Vaya que es difícil pero como dice un buen amigo “me daría más miedo que todos pensáramos igual”.

De pronto, escuchar se convierte en la manera en la cual nos acercamos a otras personas, lo grandioso de escuchar radica en poder seguir viviendo con esa diversidad de pensamientos frente a nosotros.

Una vez que logramos tener esa apertura, o al menos algunos momentos de esa apertura, es mucho más fácil entender la historia de aquel hombre de más 50 años que conociste en el apretado transporte público un jueves por la noche, ese hombre te platicó que se levantaba a las cinco de la mañana para alcanzar a llegar a la universidad para estudiar y después trabajar por las tardes, para terminar su jornada a la una de la madrugada.

Del amigo que el día de su cumpleaños, en lugar de festejar soltó algunas lágrimas llorando por un amor para después romper en llanto por los problemas que su madre enfrentó cuando era una menor de edad.

Quizá la amiga que te pidió leer el libro que escribió con textos en los que hablaba más de amor que de otra cosa, siendo que el amor no es lo tuyo. Meses después abrazaste esas páginas como propias y llegaste a apreciarlas.

Esto me lleva a aquel hombre, con el que hablé en mi penúltimo viaje de trabajo, en febrero. Un conductor de Uber que me llevó al aeropuerto. El trayecto fue largo y su plática, al principio, también parecía serlo.

Meses después, hoy, me doy cuenta de que aquel hombre que en ese momento me parecía medio loco tenía mucha razón en sus palabras. No recuerdo muy bien cómo surgió la conversación. Yo ese día me sentía enfermo y tuvo el detalle de regalarme algunos pañuelos desechables.

Como a la mitad del camino, empezó hablar sobre la situación del mundo y de la humanidad. De los cambios que se estaban generando y los que estaban por venir. Practicaba alguna religión cuyo nombre no recuerdo, ni siquiera recuerdo si en realidad él la llamó religión.

Me platicó del milagro que sus ojos vieron al saber que su esposa se embarazó varios años antes, embarazo del cual resultó su hija a la que tanto él quería.

Lo que ahora resuena en mis oídos son sus predicciones, basado en sus diferentes lecturas, sobre los cambios que venían en este año, en el 2020. Dijo que este año sería muy importante para la humanidad. Algo estaba por suceder y ese algo nos cambiaría por completo a todos o a muchos de nosotros. Afirmó no saber qué o cuándo sucedería, pero sucedería, eso era seguro y después de eso todo sería mucho mejor.

¿Usted cree?, le pregunté. Contestó que sí. Me dijo que nosotros, las nuevas generaciones, somos diferentes a quienes hoy dominan el mundo, que somos más sensibles, más nobles, que nos preocupaba por nuestro mundo y eso haría la diferencia.

Entre tantos cambios presentados en las últimas semanas, me gusta creer que ese hombre no estaba tan loco al hablarme de esas cosas en las que cree firmemente. Me gusta creer que después de esta situación (desconozco si es la situación a la que él se refería) todos sacaremos a flote esa sensibilidad, esa nobleza y esa preocupación por nuestro mundo de las que él hablaba.

Me gusta pensar que seremos capaces de hacer las cosas mejor que antes. De hacer pequeñas acciones que nos hagan sentir mejor con nosotros mismos y con los demás, sentir paz, sentir tranquilidad… pero tampoco me hago muchas ilusiones.

Me conformo con tener más momentos que me permitan ser capaz de realmente escuchar para no perderme de esas fantásticas ideas que todos traen en sus cabezas y poder entenderlas, aunque sea un poquito, aunque sea algunos meses después de haberlas escuchado.

 

Comentarios

Entradas populares