—Yo no veo tele —dijo el millennial.
Hace unas dos semanas terminé de ver una serie que me encantó, su nombre es Suits y la puedes encontrar en Netflix. Aunque me encantaría abordar el tema ahora, no estoy aquí para hablar de la serie sino del tiempo que invertí en verla.
La
serie tiene 134 episodios divididos en nueve temporadas, la duración promedio
de los capítulos es de 42 minutos cada uno. Lo que se convierte en 93 horas o
3.9 días. Cuando empecé a ver esta serie me metía de dos a tres capítulos
diarios, pero a partir de la quinta temporada, más o menos, decidí ver solo un
capítulo por día.
Quien
bien me conoce sabe que soy un amante de la televisión, y no digamos televisión
de calidad si es que eso existe, me encantan las telenovelas, las series, los
programas de telerrealidad y podría pasar horas invirtiendo mi tiempo en estos
programas.
Conforme
pasan los años, uno va decidiendo invertir su tiempo en otras cosas: el
trabajo, reuniones con amigos, problemas de amor, investigar por quien vas a
votar y un largo etcétera.
Este
pequeño análisis me llevó a recordar que hace mucho tiempo me sentía aterrado
porque escuchaba a varios de mis contemporáneos decir cosas como “no veo
televisión”. Yo era el bicho al que le gustaba de verdad ver televisión basura.
Después supe que se referían a la televisión abierta, porque en realidad veían
televisión por cable (inserte risas aquí). Y esto me llevó a otro lado.
Hoy
por hoy (me refiero a antes de que el Covid-19 y las medidas para prevenir los
contagios llegaran a nuestras vidas), la manera en que consumimos televisión es
totalmente diferente a como se hacía hace algunos años.
Todo
inició, al menos en mi caso, con Netflix. Después recibimos una avalancha de
plataformas con contenido visual en línea y ahora tenemos que pagar $100 pesos
por una, $120 por otra y $199 si lo queremos en varias televisiones.
Antes,
dedicabas un día a la semana a ver tu serie favorita y esperabas con ansias
para ver el próximo episodio. Ahora, se estrena la nueva temporada de La Casa
de las Flores o La Casa de Papel y te avientas los once capítulos seguiditos y
hasta te pones a ver La Casa de Cera (para seguir con el tema de las casas).
Esto
me hizo recordar un libro que leí hace ocho años para realizar un trabajo de
investigación en la universidad, una investigación a la que, por cierto, le
puse todas las ganas… al menos en el marco teórico.
Ese
libro lleva por nombre Homo videns: La sociedad teledirigida escrito por
el italiano Giovanni Sartori y publicado en 1997, cuando yo tenía 5 años.
Homo
videns inicia hablando de los avances de la tecnología,
haciendo énfasis en la hermosa televisión. Posteriormente nos lleva a conocer
cómo esta televisión contribuye a la formación de la opinión de las masas para
finalmente explicar la manera en que la democracia se ve debilitada por
encuestas y sondeos realizados a ciudadanos promedio que gracias a la televisión
conocen sobre muchos temas, pero en realidad no los llegan a comprender.
Giovanni
Sartori plantea que la televisión es la primera escuela de los niños. Incluso
se trata de una escuela divertidísima, muy diferente a la escuela aburrida a la
que años más tarde el niño tendrá que adaptarse.
Nos
dice, en palabras mucho más complejas, que la imagen de la televisión destroza
a la palabra. Es decir, para ver la televisión solo es necesario eso, tener la
capacidad de ver. Caso contrario es el de la palabra, donde debemos conocer
nuestro lenguaje, las reglas que lo rigen, el significado de los conceptos que
manejamos… sin duda algo mucho más complejo.
Y
bien, nosotros pensaremos: yo ya soy un adulto, ahora decido lo que veo y lo
que no.
Sin
embargo, es cierto lo que el buen Giovanni escribe “el niño formado en las imágenes
se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es
un ser reblandecido por la televisión, adicto a los videojuegos”.
En
esta última cita podemos sustituir la palabra videojuegos por teléfono
móvil, Netflix, Blim, YouTube, Facebook, Instagram, o si quiero sonar a que me
cargo más lana, lo podemos sustituir por HBO.
El
punto importante aquí es ser conscientes, que, si nosotros fuimos educados con
la televisión los primeros cinco años de nuestra vida y dejamos a nuestros
niños ser educados de la misma forma, lo más probable es que se cree en ellos
lo que Sartori llama el empobrecimiento de la capacidad de entender.
Esto
significa que el ser humano no pueda comprender conceptos más allá de lo que
puede ver, o sea, sabe lo que es una ciudad porque vive en una, se imagina las
calles de concreto, el transporte público, los vehículos y gente en las calles,
pero le resultará más difícil entender lo que significa ayuntamiento,
administración o regidor porque son conceptos abstractos, para los cuales no
existe una imagen específica.
La realidad
es que no todos queremos pasar nuestra vida leyendo libros, siendo
intelectuales o convertirnos en escritores. Lo que si es importante es saber
que invertimos nuestro tiempo en lo que nosotros queremos y que aquello que
hacemos no nos quita la capacidad de desenvolvernos de manera sana en otros
ámbitos de nuestra vida como el trabajo, las amistades, la familia y la salud.
Escribo
esto no para ofender a nadie, me estaría ofendiendo a mí mismo por ser un
amante asiduo de la televisión, pero esto no me cierra los ojos, la televisión
y sus contenidos no debe ser alabada y tampoco condenada, todo en exceso hace
daño.
Ya
para despedirme, te dejo varias preguntas que podrían funcionar para saber si
le estás dedicando más tiempo del que quieres a la televisión (aunque no le
quieras llamar así a Netflix):
·
¿Cuántos minutos he dedicado a ver televisión?
·
¿Cuántos minutos he dedicado a leer en lo
que va del 2020?
·
¿Comprendo todo lo que leo?
Y
si leer no es tu objetivo:
·
¿Cuánto tiempo le dedico al idioma que me
propuse aprender?
·
¿Cuántos kilos he bajado de los que prometí
al iniciar el año?
·
¿Estoy ahorrando la cantidad de dinero que
puse como objetivo?
·
¿Ya estoy planeando mi próximo viaje?
Y
la lista puede seguir.
P.D. En estos tiempos, encerrados en casa quienes tenemos esa oportunidad, no hay que sentirnos presionados. Todos hemos modificado nuestras rutinas, estamos enfrentándonos a situaciones muy diferentes. Desde mi punto de vista, son tiempos de adaptación. Así que ¡todo con calma!
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